Intención sanadora
“Lo que hiciereis al más pequeño de mis hermanos me lo estaréis haciendo a mí”, porque todos somos Uno y porque en la evolución espiritual se comprende que se le debe respeto a todos y especialmente a los más vulnerables.
Hablar sobre un problema o trauma hace que la vibración de la palabra en un contexto terapéutico o amoroso libere la energía de dolor contenida en ese trauma/bloqueo.
Pero cuando se habla mucho sobre eso o cuando alguien se jacta de su sufrimiento o el que escucha lo disfruta por alguna cuestión ligada al egoísmo, el dolor termina cristalizándose.
Por eso algunas terapias suelen estancar al paciente: cuando se habla siempre de lo mismo sin trabajar sobre eso o sin dejarlo partir, se forma un “surco” y la persona cae en él. Cuanto más se repite, más profundo el surco.
A veces la conciencia logra meterse dentro del bloqueo pero luego no puede salir.
Esto es válido también para el que se cuenta así mismo obsesivamente su propia historia.
Cuando se brinda energía sanadora, sea en forma de técnicas o de escucha y palabras amorosas, sea un terapeuta o un familiar o amigo, la persona recibe la energía coloreada con la vibración que necesita.
“El observador modifica lo observado”.
Mirar el problema como una oportunidad para sanarse y aprender, sin menospreciar el dolor que causa pero sin estancarse en él.
Mirar el tema que se quiere tratar amorosamente y tratar amorosamente a quien lo sufre, es el primer paso para la facilitación de sanación.
Es brindarle a la persona las primeras herramientas para que pueda sanarse a sí misma.
Incluso conversar con respeto y amor sobre el problema de alguien en su ausencia, tratando de encontrar una posible solución, es una apertura a la sanación.
Por el contrario, embarcarse en una conversación de crítica, juicio negativo, “chismes” sobre alguien y sus circunstancias, aunque esa persona “no se entere”, le genera algún tipo de daño.
Si no podemos pensar o hablar con intenciones de sanación sobre alguien, es mejor no hablar en absoluto de esa persona.
A veces no está a nuestro alcance hacer algo concreto, a veces ni siquiera transmitirle una palabra de afecto, pero un pensamiento amoroso equivale a una plegaria por su mayor bien.
Para evitar cualquier posible interferencia en su libre albedrío o lección de vida, invocar siempre al Yo superior de la persona y transmitirle nuestro deseo de bien para ella.
Todos somos facilitadores de sanación cuando la intención de ayuda es genuina y amorosa.
Patricia Leone.
Hablar sobre un problema o trauma hace que la vibración de la palabra en un contexto terapéutico o amoroso libere la energía de dolor contenida en ese trauma/bloqueo.
Pero cuando se habla mucho sobre eso o cuando alguien se jacta de su sufrimiento o el que escucha lo disfruta por alguna cuestión ligada al egoísmo, el dolor termina cristalizándose.
Por eso algunas terapias suelen estancar al paciente: cuando se habla siempre de lo mismo sin trabajar sobre eso o sin dejarlo partir, se forma un “surco” y la persona cae en él. Cuanto más se repite, más profundo el surco.
A veces la conciencia logra meterse dentro del bloqueo pero luego no puede salir.
Esto es válido también para el que se cuenta así mismo obsesivamente su propia historia.
Cuando se brinda energía sanadora, sea en forma de técnicas o de escucha y palabras amorosas, sea un terapeuta o un familiar o amigo, la persona recibe la energía coloreada con la vibración que necesita.
“El observador modifica lo observado”.
Mirar el problema como una oportunidad para sanarse y aprender, sin menospreciar el dolor que causa pero sin estancarse en él.
Mirar el tema que se quiere tratar amorosamente y tratar amorosamente a quien lo sufre, es el primer paso para la facilitación de sanación.
Es brindarle a la persona las primeras herramientas para que pueda sanarse a sí misma.
Incluso conversar con respeto y amor sobre el problema de alguien en su ausencia, tratando de encontrar una posible solución, es una apertura a la sanación.
Por el contrario, embarcarse en una conversación de crítica, juicio negativo, “chismes” sobre alguien y sus circunstancias, aunque esa persona “no se entere”, le genera algún tipo de daño.
Si no podemos pensar o hablar con intenciones de sanación sobre alguien, es mejor no hablar en absoluto de esa persona.
A veces no está a nuestro alcance hacer algo concreto, a veces ni siquiera transmitirle una palabra de afecto, pero un pensamiento amoroso equivale a una plegaria por su mayor bien.
Para evitar cualquier posible interferencia en su libre albedrío o lección de vida, invocar siempre al Yo superior de la persona y transmitirle nuestro deseo de bien para ella.
Todos somos facilitadores de sanación cuando la intención de ayuda es genuina y amorosa.
Patricia Leone.
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